sábado, 5 de enero de 2019

Para qué escribimos. Reflexiones desde la orilla (II)

Por qué escribimos, nos preguntábamos hace aproximadamente un año en Por qué escribimos. Reflexiones desde la orilla. Para qué escribimos, nos podemos preguntar en este momento. ¿Escribimos para desligarnos o unirnos a algo o para conquistar nada? ¿Cuántas veces algunas palabras, líneas y párrafos enteros han ido a parar a la papelera, al interior de una carpeta que denominamos “Notas” o al fondo de un cajón?

Lo que a continuación viene, lo encontré en una perdida carpeta (virtual) de una perdida y ya obsoleta memoria externa que tenía el título de  “Notas varias”.

Dice así:

“Las personas entendidas me animaban a que escribiera, que si no me gustaba lo escrito que lo tirara a la papelera. Un día escribí una palabra; otro, una frase; el siguiente, una oración; después de la oración, lo intenté con un párrafo y luego con otro, y me atreví, por último, con un relato muy breve. Aunque el relatillo tenía ‘su aquel’, no terminaba de gustarme: era como si hubiera conquistado nada. Lo tiré a la papelera, desapareció y me olvidé. Daría mi reino por recuperar ese relato en este momento, pues aquella conquista de nada se ha convertido hoy en una carencia absoluta de todo”. (VP Málaga, s. d.).

Utilicemos hoy esas notas y figuras abandonadas, confinadas u olvidadas en el cajón de los desastres; notas que en un principio nunca iban a ver la luz, enclaustradas en algún rincón sin saber por qué motivo y en qué concreto lugar de nuestro reino creativo, y darles la oportunidad a algunas de ellas de al menos alumbrar tenuemente en algún momento una conquista de nada.

Varias veces se ha comentado que todo relato tiene su particular anécdota en su etapa de creación. Los de hoy son solamente unos párrafos dispuestos como si fueran ellos juntos un fragmento de una virtual historia.

 

 Escribir relatos de misterio. Reflexiones desde la orilla
Desde la orilla

Se trata de un fragmento del primer (y único e incompleto) capítulo de un relato de misterio que comencé a escribir a principios del verano de 2014 y que abandoné pocas semanas después tras leer un relato con una trama muy parecida a la que había ideado.

El título provisional del relato de misterio era “El oscuro caso de Magda y J. G.”.

El protagonista de la historia, un avezado y triunfante escritor de novelas románticas, tiene que contestar a unas preguntas durante el transcurso de una conferencia sobre escritura de ficción romántica. Acto seguido a la conferencia aparece una víctima en algún sitio, un posible suicidio a primera vista que pronto tornará a posible asesinato, y el primer sospechoso, como no, es J. S., pues la policía no tiene clara su coartada, ya que entre la conferencia y la hora aproximada del presunto delito existe tiempo suficiente para que fuera cometido por el triunfante escritor.

Capítulo… El oscuro caso de dos amantes (frg.)

J. G. pronuncia una conferencia en el Ateneo de… sobre escritura de ficción. Durante el turno de preguntas, una joven llamada Magda le formula varias preguntas acerca del oficio de escribir. J. G. medita la respuesta durante unos instantes antes de contestar.

Magda comenzó: “¿Qué piensas sobre eso de que hay que nacer escritora para saber escribir o sobre lo de que hay que aprender  primero y ¡ya está!, para llegar a ser pronto una escritora muy famosa? J. G. se disponía a contestar, cuando advirtió que la joven buscaba mentalmente, con la cabeza ligeramente cabizbaja, una pregunta más. “Otra cos. ¿Desde cuándo escribes? ¿Cuál fue tu primera historia? ¿Qué es lo que haces para escribir como escribes? ¿En qué te inspiras para escribir? Po… ¿Por qué escribes?…”.

Cuantas personas se encontraban en la sala principal del Ateneo no pudieron disimular, al menos, una grácil sonrisa en sus rostros al escuchar el raudal de preguntas que la joven formulaba a J. G.

J. G. mantenía esa sonrisa entre esponjada y serena que le sale a cualquiera cuando se encuentra con alguien que, envuelto en una genuina y lícita juventud, desea saber cuanto antes todo lo que solamente el tiempo, el esfuerzo y la experiencia te concede; y J. G. mantenía esa sonrisa con la sensación particular añadida, como en muchas otras ocasiones le ocurría, que una especie de espectro se le acercaría para susurrarle que le sería bastante difícil explicar a su interlocutora, ahora ávida de respuestas concretas y sobre todo eficaces, que todas sus preguntas, al margen de las anécdotas o datos que le pudiera revelar, se resumían en que en este oficio, en el oficio de la escritura, todo se encuentra a merced del trabajo diario, de una dura disciplina y de la innegable certeza de que es la perseverancia lo que te empuja a seguir día a día a escribir, palabra tras palabra, línea tras línea, aquello que imaginas y sientes y ves o todo a la vez, para que pasados los primeros años de escritura los párrafos comiencen a abrigar ideas interesantes, y pasados otros tantos años los capítulos comiencen a gozar de brillantes episodios y reflexiones, y que con el tiempo los relatos albergarán inolvidables historias universales que, con fortuna, trascenderán a lo largo de la inmensa existencia de la escritura en el tiempo para regocijo de muchas personas que, entre otras tantas demandas, piden y aguardan esperanzadas que entregues lo sublime que hay en ti cuando comienzan a leer una de tus obras, y que lo que esperan no es sino esa fusión entre la naturaleza de tu esencia interior y la magia de las palabras brotando incansables de tu más íntima alegría o efímero suspiro como inicio acabado y final inaugurado de tu sublime manifestación artística, manifestación que con el tiempo se convertirá en ese lugar que no es otro, sino aquel donde desfallecen las palabras y donde solamente los sentimientos y las pasiones perduran: la imperecedera escritura.

“Bueno…”, comenzó J. G. “Te diría que todo se sintetiza en escribir y escribir”, contestó a la joven muchacha. “Aunque puedo asegurarte que sobre este tema hay mucho que decir. Te lo puedo asegurar”, añadió. “Me resulta difícil explicarlo en pocas palabras en este momento”, concluyó.

Pasadas unas páginas, y como ya se ha adelantado, ocurre lo que en todo relato de misterio ha de suceder: aparece alguien muerto, esto es, un cadáver. ¿Quién es el principal sospechoso, ya que tiene móvil y tuvo los medios y la oportunidad? J. G., el avezado y triunfante escritor de novelas románticas.

De nuevo, unas líneas rescatadas que no son más que otra conquista de nada convertidas en una posibilidad ligada a la igualmente nada.

¿Te acuerdas de Michel Ende y de Bastián Baltasar Bux? Si tomamos prestada una de sus frases y la cambiamos solo levemente, entonces: “Pero esa es una historia, que ya fue contada en otro momento”.

¡Nos vemos!
VP

Referencias:

Ende, M. (1979). La historia interminable. Barcelona: Círculo de lectores.

P. S. Esta entrada se rehízo el viernes 23 de abril de 2021  tras ser importado su contenido.

Entradas anuales

Reflexiones desde la orilla (I)
Reflexiones desde la orilla (III)

© Imagen maniquí en la playa, en Google 

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